Hay muchos paralelismos inesperados entre liderar y criar a un hijo: ambas cosas requieren empatía, paciencia, adaptabilidad y la capacidad de mantener la calma en medio del caos. He aprendido a escuchar más profundamente, a anticiparme a las necesidades antes de que se expresen y a crear espacio para que los demás crezcan. En el trabajo, intento fomentar un entorno en el que las personas se sientan apoyadas y vistas—igual que hago con mi hija. También me he vuelto más decidida y enfocada; cuando el tiempo y la energía son limitados, aprendes rápidamente a priorizar lo que realmente importa. La maternidad me ha hecho más humana en el mejor de los sentidos—y en una industria que se mueve rápido y exige mucho, esa humanidad es lo que me mantiene con los pies en la tierra y conectada con mi equipo.